Agricultura de precisión para una producción más sostenible frente al cambio climático y la creciente demanda de alimentos
Asistimos hoy a una revolución en el sector agrario que viene de la mano de la electrónica, las comunicaciones y la automatización. Todo ello está cambiando la forma de producir alimentos. Hace 20 años se empezó a aplicar por primera vez el posicionamiento por satélite (GNSS) a una cosechadora de cereales, y nació lo que actualmente conocemos como agricultura de precisión. El concepto es sencillo: si las parcelas no son homogéneas y en diferentes zonas el cultivo se comporta de forma variable, ¿por qué no dar diferente cantidad de abono, agua o herbicida en cada zona, en lugar de hacerlo uniformemente como se viene haciendo desde hace siglos? Es decir, si conseguimos aportar a cada palmo de terreno lo que necesita, produciremos más eficientemente y de forma más sostenible. Llevar a cabo el concepto, sin embargo, no es tan sencillo; de hecho, los expertos han necesitado más de 20 años para ponerse de acuerdo en una definición común de lo que es la agricultura de precisión. Afortunadamente, la International Society of Precision Agriculture (ISPA) publicó en 2019 la definición consensuada oficial, y más recientemente sus traducciones a otros idiomas como el castellano.
Son muchas las tecnologías que hacen posible la agricultura de precisión en la práctica. Es frecuente clasificarlas en dos tipos: tecnologías de información y de actuación. Al primer grupo pertenecen todos aquellos dispositivos que me permiten captar datos del sistema planta / suelo / clima / maquinaria y convertirlos en mapas georreferenciados. Pueden ser: sensores de suelo móviles (miden conductividad eléctrica, materia orgánica del suelo, humedad); sensores de vegetación (miden ópticamente el vigor de los cultivos sobre los que pasan); sensores de cultivo fijos (redes de sensores instalados en campo para registro continuo de la humedad del suelo, de la planta, insolación, pluviometría, temperaturas); teledetección (imágenes de satélite, imágenes desde drones); bases de datos externas (meteorológicas, de riego, parcelarias, de mercados); sensores de producción a bordo de la cosechadora para cuantificar los kilos recogidos por metro cuadrado; sensores instalados sobre la maquinaria para monitorizar su funcionamiento; y, por supuesto, el posicionamiento por satélite.
Por otro lado, las tecnologías de actuación engloban los sistemas que permiten llevar a cabo la aplicación diferencial de insumos en campo. Son ejemplos las ayudas al guiado o autoguiado de tractores y cosechadoras, cada vez más usadas por los agricultores en general, así como la maquinaria para dosificación variable de insumos, tanto de fertilizantes sólidos como de otros fitosanitarios líquidos, de semilla y de agua. También la robótica agrícola, que ya se ha desarrollado lo suficiente como para ofrecer prototipos comerciales que quitan malas hierbas de forma autónoma, supervisan cultivos o recolocan macetas en invernaderos.
No hace falta hacer uso de todas estas tecnologías para aprovechar las ventajas de la agricultura de precisión, pero es cierto que el panorama actual en el campo se está tecnificando rápidamente. Los tractores y maquinaria agrícola modernos están llenos de electrónica avanzada (un tractor tiene más centralitas que un coche de carreras) que permite actuar en las parcelas diferencialmente, con el consiguiente ahorro de costes para el agricultor, mayores producciones y mayor respeto medioambiental. En muchos sectores se hace uso de los drones y las redes de sensores inalámbricas (WSN) en parcela para captar información del cultivo, el suelo, o el clima, incluso de los animales. De hecho, ya se habla de sectores especializados en este campo, como la viticultura de precisión, la olivicultura de precisión, la horticultura de precisión y la ganadería de precisión.
Sin embargo, la revolución que está iniciándose es posterior a la agricultura de precisión y tiene que ver con un concepto diferente: la agricultura digital. La verdadera utilidad de todos esos datos recogidos reside en su análisis y modelización, en la conversión de terabytes de datos en decisiones útiles para el agricultor. La agricultura está empezando a servirse de la computación en la nube, las aplicaciones para móvil, los modelos de predicción de cosechas y plagas, el big data, el internet de las cosas; y todo ello está cambiando rápidamente el paradigma productivo, acabando con el tópico de “un mundo rural poco tecnificado”. La agricultura de precisión y la agricultura digital van de la mano. El agricultor necesita subirse al carro de las nuevas tecnologías y el mundo necesita de ellas para afrontar el cambio climático con una demanda creciente de alimentos, a la vez que una producción más sostenible.
José Ramón Acín, director técnico de Finca Bizcarra, una de las empresas agrícolas españolas más avanzadas en el uso de estas tecnologías y distinguida con el premio Excelencia FIMA 2020, pronunció en una conferencia reciente la siguiente frase: “La agricultura de precisión es la forma de producir en el futuro; si los agricultores de hoy en día no adoptan esta filosofía, acabarán siendo atropellados por ella”. Es obligación de los centros educativos proveer las competencias necesarias para ayudar a dar el salto al técnico agrario, y corresponde a los gobiernos crear un entorno favorable y facilitador que permita la modernización del sector.
Por Constantino Valero, profesor titular de la ETSI Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas e investigador del grupo LPF-Tragalia.