Las bombas de calor pueden ahorrar un 80% de consumo energético, pero aún no hay para todos
- Esta tecnología se enfrenta a tres grandes retos: necesita aumentar su volumen y velocidad de producción para adaptarse al incremento de la demanda, debe mejorar la reciclabilidad de la producción y de los materiales que componen los aparatos y sus gases refrigerantes deben descarbonizarse.
La ruta hacia la electrificación del sector de la edificación se encuentra en una encrucijada: cómo abandonar la combustión para producir calor, sabiendo que esto supone renunciar a un producto tan generalizado, relativamente barato y con una industria tan potente detrás —con gran variedad de gamas, una cantidad ingente de profesionales y gran adaptabilidad a cualquier vivienda— como es la caldera de gas.
“La bomba de calor tiene muchas papeletas para convertirse en la sustituta de las calderas actuales, ya que es la tecnología activa más eficiente para la climatización de edificios, logrando reducciones en el consumo de energía muy significativos”, argumenta Borja Izaola, experto de Green Building Council España (GBCe). De hecho, el empleo de este tipo de sistemas lograría reducciones del consumo energético cercanos al 80%, con lo que eso puede suponer de ahorro en la factura para las familias, y facilitaría una disminución de las emisiones cercana al 60% para 2050, según los datos del informe Sector Couplin in Europe: Powering Decarbonization, publicado por Bloomberg NEF (BNEF).
De este modo, la bomba de calor permite transformar un recurso natural —la masa de calor atrapada en el aire o el subsuelo— en energía, logrando el confort térmico con muy poco esfuerzo: “Esta tecnología facilita la transición hacia el autoconsumo, hacia las energías renovables a través de la red eléctrica y hacia la hibridación con otras fuentes renovables, como aire, termosolar o geotermia”, explica Izaola.
Electrificar y descarbonizar
“Antes del proceso de electrificación es imprescindible reducir la demanda de energía”, afirma Izaola. Para ello, es necesaria una rehabilitación integral que actúe en la envolvente del edificio, en los huecos y en la ventilación, y sólo después instalar equipos de alta eficiencia energética. “En este escenario, las actuales calderas de gas todavía podrían contemplarse como opción, pero dejan de serlo cuando introducimos la necesidad de eliminar las emisiones de carbono embebido y operativo”, añade Izaola.
Es un hecho que las calderas de gas han mejorado muchísimo su eficiencia a lo largo de los años. El rendimiento de las actuales calderas de gas es del 110%, porque se aprovechan muchas fuentes de calor residual además de la propia combustión. Pero la realidad es que, tal y como explica Izaola, en 2050 no se podrán quemar combustibles fósiles por lo que, si las calderas de gas se venden con garantías de 25 años, tendrían que dejar de fabricarse en 2025. “La política de electrificar la generación de calor, aunque en términos de potencia calorífica es relativamente ineficiente porque requiere muchas transformaciones, es la mejor opción en términos de descarbonización”, matiza Izaola.
Retos de la bomba de calor
Las bombas de calor se enfrentan en la actualidad a tres grandes retos: la industria necesita aumentar su volumen y velocidad de producción para adaptarse al incremento de la demanda, deben mejorar la reciclabilidad de la producción y de los materiales que componen los aparatos y, finalmente, los gases refrigerantes de las bombas de calor deben descarbonizarse y con la mejor tasa de cambio posible.
“Hoy por hoy hay industria para producir el triple de calderas de gas que bombas de calor, se fabrican y se instalan relativamente pocas y hay pocos profesionales capaces de instalar estos aparatos”, resalta Izaola.
En este sentido, el experto de GBCe añade que la industria está aún por construir: “Faltan aparatos, instaladores, variedad, servicio ajustado al cliente, etc., y de repente se le pide a este mercado que explote y crezca a una velocidad que, hoy por hoy, no puede asumir”, resalta.
Asimismo, hace falta generar una circularidad que permita que los componentes de las máquinas se puedan reaprovechar para hacer nuevos equipos: “La huella de carbono de la bomba de calor no puede venir exclusivamente por el reciclado de materiales al fin de vida”, reflexiona Izaola.
Finalmente, la industria de las bombas de calor se enfrenta al reto de usar cada vez gases refrigerantes más descarbonizados: “Existen los gases refrigerantes descarbonizados, pero tienen una peor tasa de cambio de fase, es decir, calientan o refrigeran menos con un compresor normal, por lo que también es necesario mejorar en ese sentido”, concluye Izaola.
Un proyecto para afrontar los retos
Para enfrentarse a estos desafíos, y promover la instalación de bombas de calor combinadas con la producción de energía limpia, está en marcha el proyecto HAPPENING —formado por un consorcio europeo con 12 entidades, entre las que se encuentra GBCe—.
La solución tecnológica propuesta por HAPPENING se basa en bombas de calor descentralizadas, de tal manera que resulta una solución fácil de montar para instaladores, de baja intrusión para las personas ocupantes y fácilmente adaptable a un gran número de situaciones de edificios diferentes. Esto supone un ahorro económico a cada particular, una mejora del confort interior y una disminución importante de las emisiones de CO2 del edificio, contribuyendo así a la descarbonización y a la consecución de los objetivos climáticos de la UE.
“Se espera que la versatilidad y adaptabilidad de HAPPENING, basada en tecnologías robustas como las bombas de calor y la fotovoltaica, junto con la incorporación al mercado de la rehabilitación de nuevos actores y modelos de financiación, traiga el cambio de paradigma necesario”, explica Javier Pérez, responsable de Comunicación de HAPPENING.